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La religión y el sentido común

 

La religión y el sentido común

por R. L. Morrison

La honestidad es una de las mejores virtudes que se puede tener. Dios la aprecia también, ya que la Biblia demanda que cada hijo de Dios tenga la honestidad.

Quizás por esa razón, muchos llegan a pensar que la honestidad es lo único que Dios requiere del hombre para escapar las consecuencias del pecado. Con frecuencia esta idea se expresa así: "con tal que uno sea honesto y no viole su consciencia, está bien--ése será salvo eternamente".

La religión es la única cosa en el mundo en que muchos quieren aplicar este principio. Para ilustrarlo, digamos que cierto hombre está manejando en una carretera con la intención de ir a cierta ciudad. Piensa que va con rumbo a esa ciudad. Es honesto y sincero, pero está en el camino equivocado. Cada kilómetro que viaja le lleva más lejos de su destinación. ¿Llegará a la ciudad que quiere visitar solamente por pensar que está bien? ¡De ninguna manera!

¿Por qué se supone que esa regla aplica a la religión si no aplica a lo demás? El sentido común nos dice que para llegar a la destinación correcta, ese hombre, al enterarse de su error, tendría que retroceder y manejar hacia la otra dirección. Asimismo, uno puede equivocarse en su religión y al enterarse del error, la persona honesta y sincera dará la media vuelta, dejando el error y adoptando la verdad.

Son numerosos los ejemplos bíblicos de gente honesta pero errada. Muchos de ellos indican decisivamente que la sinceridad y la honestidad no los salvaron de las consecuencias de haber creído el error.

En 1 Reyes 13, hallamos el relato de un profeta. Dios le mandó de Judá a Bet-el para denunciar a Jeroboam, rey de Israel, por su idolatría. El profeta oyó y entendió la palabra de Dios, y decidió obedecer. Probó su honestidad y sinceridad al negarse comer, beber, y quedarse en Israel. Además las probó al empezar su regreso por otro camino que el en que llegó de Judá. Estas cosas Dios le había mandado.

Pero, viajando en su camino, un profeta viejo que moraba en Israel le siguió y le alcanzó cuando el otro estaba descansando. El viejo le mintió al profeta de Judá, diciendo que Dios había cambiado sus mandamientos, y que debía regresar a Bet-el para comer. El profeta le creyó al viejo, actuó según lo que creyó, y causó su propia muerte por su desobediencia a lo que Dios le dijo que hiciera. La honestidad en sí misma no fue suficiente.

Muchos falsos profetas (maestros) están en el mundo hoy día (1 Juan 4:1). Debemos probar estos maestros--es decir, comparar su doctrina con la palabra de Dios. Pedro, hablando del mismo tipo de falsos maestros, dijo que introducirían herejías destructoras, aun negando al Señor (2 Ped 2:1). El creer honestamente una mentira no le hace correcto a nadie, ni tampoco la honestidad cambia el error en verdad.

Saulo de Tarso es un otro ejemplo de alguien honestamente equivocado. Dijo, "...yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy" (Hch 23:1). Pero, anteriormente perseguía a los cristianos aun hasta la muerte. Era honesto. Se creía estar en lo correcto, pero después se llamó "primero de los pecadores" porque perseguía a la iglesia.

Cuando Saulo supo del error en que estaba, permaneció honesto. Preguntó, "...Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hch 9:6). Al oír, obedeció. Se levantó y fue bautizado, así lavando sus pecados, invocando el nombre del Señor (Hch 22:16). El sentido común exigió que cesara de hacer el mal y que hiciera el bien.

Hace mucho que Dios regañó a su pueblo, Israel, a través de las palabras del profeta Isaías. Los describió como niños que había criado. Y en verdad Dios lo había hecho. Cualquier estudiante de la Biblia tiene consciencia de lo que Dios hizo por ellos. Los sacó de la esclavitud en Egipto para ir a una tierra descrita como si allí fluyera leche y miel. Les hizo posible echar fuera las gentes idólatras que moraban allí, y poseer la tierra de ellos. Los protegía de sus enemigos cuando obedecían su voluntad, cuidando de ellos como un padre de sus hijos. Pero Dios dijo que habían rebelado y declaró esto: "El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás" (Isa 1:3-4). Empezando con el versículo 18 del mismo capítulo, Dios les suplica: "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra".

Al considerar esta situación, ¿qué nos dice el sentido común? ¡Dios simplemente les pidió que pensaran, consideraran, y razonaran! ¡Les pidió que escogieran lo que harían! Si estaban dispuestos a obedecer, ¡Dios los perdonaría y les permitiría quedarse en la tierra para compartir sus bendiciones! O si escogieron ser rebeldes y rechazar la invitación, ¡serían devorados por la espada! ¡El razonamiento y el sentido común sugieren el arrepentimiento y la obediencia! ¡¿Quién no estaría de acuerdo?!

En Romanos 15:4, Pablo dijo que las cosas que fueron escritas antes, para nuestra enseñanza fueron escritas. Como Dios le invitó a Israel a venir y estar a cuenta, así nos invita en el día de hoy. Jesús ya ha provisto el medio para perdón de nuestros pecados. Él es nuestro sacrificio por el pecado, y invita a todos a venir a él para la salvación. Si uno viene a Dios, hay que ser a través de Cristo (Juan 14:6). El rehusar es ser perdido eternamente, y ser echado fuera al castigo eterno (Mat 25:46).

Sin embargo, reconocemos que muchos hoy en día conocen poquito de la Biblia. Algunos creen que vino de Dios. Tal vez crean también que ella es la única fuente de información que revela de dónde vino el hombre y adónde va. Pero, parece que son pocos los que de verdad están interesados en aprender. Otros la rechazan por entero: no creen que sea un libro inspirado por Dios. Pero éstos muestran poco interés, ni bastante para dar razón por su incredulidad. Hay quienes voluntariamente aceptan doctrinas de hombres, y quienes sienten que no necesitan a Dios y llegan a ser un dios para sí mismos.

Imagino que todo ser viviente sabe que algún día su vida terminará--la Biblia enseña así (Heb 9:27). Parece que esto motivaría a algunos a tener más ganas de aprender del hombre y lo que la Biblia enseña acerca de él, pero aparentemente pocos están verdaderamente interesados.

La Biblia enseña que algunos pecados que cometemos son dañinos al cuerpo humano. Por ejemplo, considere el uso del alcohol. Un otro ejemplo bien común actualmente es la homosexualidad. Parecería que el sentido común, al ejercerlo, estaría de acuerdo con la Biblia. Pero pocos son los que usan el sentido común o se interesan por él. En realidad, lo rechazan, concibiendo una religión propia que les permita actuar como les dé la gana. Seguramente, nadie cree que los que hacen estas cosas ejercen el sentido común.

Hay además los humanistas, los cuales rechazan la Biblia y han producido la suya propia--"El manifiesto humanista" por nombre. Lo aceptan como guía en esta vida y es su "Biblia". Pero contiene la sabiduría de hombres. El sentido común se dará cuenta que la historia de la sabiduría de hombres es una de tonterías. No obstante, tales cosas continúan, y se hace que con el tiempo ganan más popularidad con la gente. En realidad, en estas cosas no hay ni la religión ni el sentido común.

¿Qué sugieren el sentido común y la razón en vista de estas cosas? ¿Continuar en el pecado? ¿Segar la corrupción? ¿Ser perdido eternamente? ¡De ningún modo! ¿No le incita la razón a uno a creer en Jesucristo, obedecer su voluntad, obtener perdón de los pecados, y continuar en obediencia fiel para tener vida eterna? ¿Quién no estaría de acuerdo? Recuérdese: "Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte" (Prov 14:12).

La religión verdadera es razonable. El hecho de que tenemos la Biblia muestra que la honestidad no es suficiente. La palabra de Dios contiene información que no se puede hallar en ninguna otra parte. Solamente ella revela la manera de cómo agradar a Dios. Debemos apreciar la Verdad, y vivir conforme a sus mandamientos para obtener la salvación eterna. ¡Esto es el sentido común en la religión!

¿Vive Ud. conforme a la ley de Dios?