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Cómo un carcelero fue salvo

 

Cómo un carcelero fue salvo

por R. L. Morrison

El quinto libro del nuevo testamento, los Hechos de los apóstoles, nos hace saber de todo ejemplo de conversión que tenemos. El protagonista de este tratado, un carcelero, no fue salvo de ninguna manera especial. Le fue enseñado lo mismo que les fue enseñado a todos los otros salvos. Fue menester que él hiciera lo mismo que todos los otros salvos hicieron. Es verdad que las circunstancias de su salvación fueron diferentes de las de cualquier otra, y tal vez esto les complica la situación a algunos. Vamos a examinar el relato y quizás la dificultad quedará aclarada.

La historia de la conversión de este hombre se encuentra en Hechos 16. Moraba en la ciudad de Filipos. Pablo, apóstol de Jesucristo, y Silas, también cristiano, visitaron esa ciudad. Empezaron a predicar a un grupo de mujeres que se congregaban en la orilla del río para orar. Una de ellas, Lidia, creyó las cosas que Pablo predicaba. Ella y su casa fueron bautizadas. Ella les rogó a Pablo y a Silas que se hospedaran en su casa.

Después, saliendo para orar, les seguía una esclava joven, que fue poseída de un espíritu de adivinación. Mientras seguía, gritaba, "Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación". Después de muchos días, Pablo, desagradado, mandó al espíritu que saliera de ella. El espíritu obedeció. Los amos de la muchacha, viendo que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los llevaron al foro. Hicieron falsas acusaciones y se agolpó la gente contra Pablo y Silas. Los magistrados ordenaron azotarlos, y los echaron en la cárcel. El carcelero, encargado de guardarlos con seguridad, los aseguró en el cepo del calabozo de más adentro. A medianoche Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios (Hch 16:25).

En ese momento, empezó Dios a actuar. No le habló directamente al carcelero, ni tampoco le envió un ángel. Hubo un gran terremoto, los cimientos de la cárcel se sacudían, se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos los presos se soltaron. El carcelero estaba dormido, y por supuesto, esas cosas lo despertaron. Al ver lo que había pasado, sacó su espada para suicidarse. Su vida, según la ley romana, se le requería si permitiera que un preso escapara. Las puertas abiertas y las cadenas sueltas le sugerían que los presos hubieran huido. Pero Pablo clamó a gran voz, "No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí".

No nos dice si el carcelero había oído antes a Pablo y Silas predicar el evangelio. Tampoco sabemos si los conocía. Pero por lo que sucedió, supo que no eran presos ordinarios. Se dio cuenta de que eso fue la mano de Dios, y que Él estaba con esos hombres. Esto es claro, porque el relato dice: "El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?" (Hch 16:29-30).

Fíjese, por favor, en el significado de esta acción del carcelero: se sintió culpable del pecado ante Dios (preguntó qué hacer para ser salvo, creyendo que Pablo y Silas podían contestarle su pregunta). Aparentemente fue un hombre honesto y sus hechos lo corroboran más adelante.

Ahora enfocamos en la respuesta a la pregunta del carcelero. Hay muchos pasajes bíblicos que el hombre no aplica apropiadamente, pero tal vez ninguno es más abusado que éste. Pablo dijo, "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hch 16:31). Hoy en día, muchos creen y enseñan que Pablo enseñaba la salvación por la "fe solamente". "Sólo crea", dicen ellos. O sea, "Acepte a Jesús por fe a ser su Salvador personal y Ud. será salvo". Cualquiera, hoy o en el futuro, tiene que oír el mismo mensaje y hacer lo mismo que hizo el carcelero. Pero, ¿fue salvo al momento de tener fe? Le dijeron que creyera en Jesucristo, ¡pero no hay nada de evidencia que diga que hubiera sabido de Cristo antes de aquel instante! Quedaba algo más para decirle: no solamente en quién creer, ¡sino también qué creer! ¡Esto es lo que Pablo hizo!

La razón por la cual muchos no entienden los detalles de la conversión del carcelero es que no siguen leyendo. Para entender un pasaje, debe de ser considerado en su contexto: "Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa" (v. 32). Hay que saber qué es "la palabra del Señor" para saber lo que Pablo declaró, y lo que le fue requerido al carcelero.

Considere cuidadosamente la contestación de Pablo. "Creer" quiere decir "tener fe". "¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído?" (Rom 10:14). Si ese hombre no conocía a Cristo, ¿le fue posible creer y ser salvo sin oír la palabra del Señor? Pero, Pablo se la predicó, dándole algo en que creer. Además, oyendo la palabra del Señor, se dio cuenta de que tenía que hacer algo más que sólo creer. Cuidó de ellos, lavándoles las heridas, y la narrativa dice que en seguida fue bautizado, él con todos los suyos. Uno debe reconocer inmediatamente que esto está en armonía con los mandamientos de Jesús. Dijo, "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo" (Mar 16:15-16). Esto fue lo que Pablo les predicó al carcelero y a su familia. El hecho de que obedeció de repente muestra su sinceridad y su honestidad. No solamente fue honesto para con los hombres, sino también para con Dios, porque al aprender qué hacer (la respuesta a su pregunta), lo obedeció.

En el ejemplo de la conversión del carcelero filipense, no hay ni base ni consuelo en la doctrina de la "fe solamente". El que la enseñe no proclama la palabra del Señor que Pablo proclamó. El hombre la oyó, la creyó, y cumplió su obediencia al ser bautizado para el perdón de sus pecados.

Hay otro error doctrinal sacado de este ejemplo de la conversión (y quizás de otros). Mucha gente religiosa de varias sectas imagina que el bautismo del carcelero consistió en una aspersión de agua. Eso es una falsedad. Nadie puede probar que la aspersión de agua es el bautismo requerido en las escrituras. El mismo Pablo que le habló la palabra del Señor a ese carcelero escribió en otra parte: "Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo..." (Rom 6:4). Y otra vez: "sepultados con él en el bautismo..." (Col 2:12). ¿Quién se atrevería a decir que Pablo enseñaba que el bautismo es una sepultura mientras practicaba la aspersión de gotas de agua (pocas o muchas) sobre una persona, llamándolo "bautismo"?

Y hay otro argumento falso que viene de este ejemplo de conversión: que los niños o los chicos son candidatos para el bautismo. La familia de este hombre fue bautizada. Algunas familias tienen niños o hijos chiquitos. El carcelero posiblemente tuviera algunos en su familia. Por eso, fueron bautizados, y debemos hacer lo mismo hoy en día (según el argumento).

Tales argumentos se presentan como bíblicos y razonables. ¿Lo son? ¿Tiene toda familia muchachos o infantes? ¡Claro que no! ¿Para qué presumir que la familia del carcelero los tenía? No lo podemos probar. En realidad, una lectura cuidadosa del texto identifica el error. El versículo 32 dice que Pablo les habló la palabra de Dios a todos los que estaban en su casa. Para creer la palabra, hay que oírla primero. Y solamente un creyente puede ser bautizado según la palabra del Señor (Mar 16:15-16). Les fue mandado creer, y el versículo 34 declara que todoscreyeron. ¡Esto excluye a los niños y a los que no hubieran llegado a suficiente edad para entenderlo!

Hoy en día, un pecador buscando la salvación tiene que oír la Palabra del Señor y obedecerla, tal como ese hombre de Filipos. El evangelio todavía tiene el mismo poder para salvar que tenía en aquel entonces. Las escrituras contestan cualquier pregunta que Ud. tenga sobre su relación espiritual para con Dios y su destino eterno. Busque las respuestas en ellas, y luego crea y obedezca. ¡No hay otra manera!

¿Ha oído y obedecido Ud. la palabra del Señor?